Son adiestrados para asistir y acompañar a personas con discapacidad, que tienen alguna enfermedad o que están privadas de su libertad.
En el 2013, a María Masino le diagnosticaron cáncer de colon en fase cuatro, con metástasis en el hígado y pulmón; tenía 38 años.
Las intervenciones asistidas con animales (IACA) – aquellas que intencionalmente incluyen o incorporan animales como parte de un proceso terapéutico- son una tendencia que, en los últimos años, creció de forma notable, abarcando diversos ámbitos. Así lo explica Susana Underwood, veterinaria, responsable de la cátedra de IACA en la Facultad de Veterinaria.
«No existe una legislación nacional que las regule, estableciendo requisitos tanto para las personas que las llevan adelante como para los animales que se usan. Esto hace que, muchas veces, sean realizadas por gente sin formación, con los riesgos que esto conlleva», advierte Underwood.
Entre los beneficios, las prácticas con animales pueden generar interés por actividades grupales y oportunidades de intercambio, reducir la ansiedad o el estrés, y aumentar la motivación para realizar tareas cotidianas o cumplir tratamientos. Además, incentivan la estimulación multisensorial y cambian de lugar a quien tiene una discapacidad o enfermedad: ellos pasan del rol de ser cuidados (destinatario de varios tratamientos) al de cuidadores.
Aunque Masino era una amazona experimentada, su enfermedad le impedía volver a saltar (su gran pasión), y decidió empezar con equinoterapia en el Hipódromo de Palermo.

Uno de los principales objetivos de María, hoy de 40 años, fue llegar física y mentalmente fuerte a la segunda cirugía de alta complejidad que enfrentó. Y lo consiguió. «La actividad ecuestre es toda una escuela: las dos primeras cosas que aprendés son que montar implica en algún punto un riesgo de vida y que si te caés, tenés que volver a levantarte.»
Hoy, en el Centro Ecuestre Palermo, y junto con el equipo de profesionales de esa institución, Masino está sumergida en un nuevo desafío: desarrollar «Caballos por la vida», un programa de soporte al paciente con cáncer.
Francisco Colombo corre a abrir la puerta de su casa en Nordelta, donde vive con sus padres y tres hermanos. Está acompañado de Pepa, su perra, una labradoodle que lo sigue a todos lados. «Es mía, pero la comparto», dice éste chico de cuatro años que tiene los ojos protegidos por unos anteojos especiales sujetos a la cabeza con una bandita de goma.
Su mamá, Eugenia, cuenta que, cuando él tenía seis meses, a Frany le diagnosticaron síndrome de Marfan, una enfermedad poco frecuente: «Se caracteriza por laxitud en el tejido conectivo, que está en todo nuestro cuerpo, incluso en los ojos. La mayor complicación es que la aorta se dilata y hay que controlarla para que no sufra un aneurisma».
El otro gran riesgo es el de desprendimiento o luxación del cristalino, lo que puede provocar la pérdida de la visión. Por eso Frany usa anteojos especiales.
A partir de su diagnóstico, el bebe comenzó con una batería de terapias, desde kinesiología hasta hidroterapia y terapia ocupacional. «Como a mí siempre me gustaron los perros y a él también, pensé que necesitaba un compañero de vida.»
En Internet, dió con Patricia Medardi, una veterinaria y técnica en terapias con perros que en 2010 había traído a la Argentina ejemplares de labradoodles para su hijo Mateo, que tiene autismo.
Una vez que eligió a Pepa -un cachorro «ideal» para Frany-, comenzaron a crear el vínculo, buscando que se adaptara a sus necesidades. «Al no poder gatear, Frany perdió una etapa fundamental en el desarrollo madurativo sensorial. No registraba su propio cuerpo y eso lo llevaba a no poder dormir por las noches», cuenta la veterinaria.
Ella estimuló entonces el contacto corporal de Frany con Pepa y la entrenó a ella para que pudiese dormir de forma paralela a él: así, el chico logró descansar.
«Trabajamos junto con el equipo de profesionales que coordinaban las terapias de Frany, para que pudiese hacer los mismos ejercicios, pero de una forma mucho más placentera y divertida. Se lograron los mismos objetivos, en menos tiempo», dice Patricia. Por ejemplo, cuando tenía que trabajar su motricidad fina, lo hacía poniendo ganchos de ropa en el pelo de Pepa; paseándola, dio sus primeros pasos.
Romper barreras

Un parto problemático hizo que Yael «Yayu» Mercado llegara al mundo luchando por su vida: la secuela fue una parálisis cerebral, una cuadriparesia que afecta su motricidad. Tiene 11 años, está en sexto grado y es primera escolta de su escuela. Además, estudia inglés y hace teatro.
Sentada en su silla de ruedas, en el cuarto de su casa de Pacheco, donde vive con sus padres, Diana y Guillermo, repasa un apunte sujeto a un atril, sobre una mesita. Al lado de ella, echada sobre el acolchado rosa de la cama, su perra Penélope, una golden retriever, no la pierde de vista.
En la búsqueda para que Yael tuviera una mascota que la acompañe, Diana conoció a María Marta Aguirre Paz, psicóloga, entrenadora de perros de servicio y fundadora de Dogs for Change. Esta organización nació hace dos años y ya entrenó a 10 perros, que se utilizan para terapias asistidas o para servicio.
Yael eligió la raza del animal, y Aguirre Paz seleccionó el cachorro más adecuado. Durante el entrenamiento, se eligieron palabras de una sola sílaba o en inglés, ya que Yayu tiene dificultades en el habla. A Penélope le dice «P».
«En el caso de las personas con discapacidades motrices, los perros contribuyen sobre todo en la autoestima y ayudan a romper barreras, haciendo que sea menos difícil interactuar con otras personas», dice María Marta. «Además, está el soporte emocional: lo que significa tener un animal que te hace compañía, te despierta, camina junto a tu silla de ruedas.«
Con un chalequito azul con la inscripción «perro de servicio», la perra camina junto a Yael, que la lleva de la correa. Entre risas, cuenta: «Si estoy triste, está conmigo. Si hago pijamadas, se queda despierta». Su mamá agrega: «P la acompaña a sus terapias y la ayuda en la parte social: cuando sale con la perra, los chicos se le acercan a hablar y le preguntan sobre su situación, pero desde otro lugar».
Cifras
700 son los centros de equinoterapia en el país
El número es aproximado porque no existen registros oficiales
79 presos participaron de Huellas de Esperanza
Adiestran a perros que son entregados a personas con discapacidad
Fuente: www.lanacion.com.ar/1893390-animales-que-ayudan-cada-vez-mas-caballos-y-perros-son-usados-en-terapias
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