Desde Estados Unidos, la creadora de la disciplina la defiende. Pero los veterinarios argentinos no lo recomiendan.
Ya tienen boutiques, peluquerías, cosmética, guarderías y spas especializados . Mucha gente trata a sus perros como a un miembro más de la familia. Pero, en algunos países, la tendencia a humanizarlos va más lejos y ya se los incluye en la práctica de una disciplina ancestral como el yoga. En inglés se la conoce como ruff yoga o doga (o “yoga for dogs”, para perros) y quien se proclama como una de sus creadoras y promotoras es la instructora norteamericana Suzi Teitelman, que abrió el camino en 2001.
Doga o yoga para perros.
En diálogo con Clarín desde Jacksonville Beach (Florida, Estados Unidos), donde vive y trabaja, Teitelman cuenta que el inicio fue accidental: su perro Coali se le acercó mientras practicaba su sesión habitual y ella dejó que la acompañe. Con el tiempo, desarrolló una rutina que empezó a incluir en su gimnasio.
-¿Cómo es una sesión de doga?
-Generalmente se hace en grupo, y puede durar entre 30 minutos y una hora. Coali y yo hacemos 5 minutos aquí y allá a lo largo del día. Se puede hacer en el sillón, el piso y hasta en el auto o el avión. Si bien no es necesario, se puede usar música relajante, aromas y todo lo que ayude a crear el clima y profundizar la experiencia. Vamos mucho a la playa, porque nos gusta hacerlo al aire libre.
Suzi vive con cuatro perros y tiene su propio espacio para la práctica del doga. Avalada por la asociación del Laughing Lotus yoga School de Nueva York, ya entregó más de 100 certificados. “Es como si hiciéramos yoga con nuestros bebés, con la diferencia de que se trata de nuestros perros”, se entusiasma, comparando a las mascotas con criaturas.
Doga o yoga para perros.
Cuando se le pregunta sobre los riesgos que esta actividad puede implicar, asegura que no hay ninguno. La práctica, que aún no llegó oficialmente a la Argentina, es legal en los Estados Unidos. A diferencia de los médicos veterinarios locales, que no le ven ningún beneficio y se muestran reacios a recomendarla (ver Los veterinarios…), en el país del norte los profesionales de la salud canina dan el visto bueno. Al menos, eso sostiene Suzi. “No hace falta llevarlos a control médico luego de una sesión, pero sí hay que ir despacio y conocer el cuerpo de tu perro. No alzarlo, sino trabajar con ellos en el piso. Estirarlos suave y amorosamente, masajearlos mientras investigamos qué posiciones sirven y cuáles no”, aclara.
-¿Qué le recomendás a una persona que quiera hacerlo?
-Lo ideal es empezar con un profesor, aunque no hay muchos disponibles por el mundo. Yo ofrezco unos DVDs y un manual que se pueden comprar en mi sitio web para iniciarse en esta actividad. A quien quiera entrar en el maravilloso mundo del doga, le recomiendo que practique yoga primero e incorpore a su perro después.
-¿Qué beneficios implica para cada uno?
-Mejora la postura, el sueño y la circulación pero, más que nada, se trata de pasar tiempo juntos. El perro ama ser maestro del humano y, con esta actividad, alcanza su estado natural de “dogui” (versión perruna del “yogui” o experto en yoga). Ellos siempre hacen determinadas posturas o estiramientos para corregir contracciones. Con el doga, les pasa lo mismo que a una persona que practica esta disciplina: se relajan y logran estirar sus músculos para que nosotros los masajeemos. Los beneficios son infinitos.
-¿Se trata de una conexión que va más allá de compartir un momento juntos?
-Exacto. El punto es conectarnos y parecernos más a ellos, porque son seres luminosos. Con el doga, reciben una atención especial, tacto y amor. Se sienten en calma y amados, Es una especie de bendición. Esto es un canal para la paz, el deleite y el sentirse bien con el cuerpo propio. Los perros se vuelven más armónicos y felices y nuestras vidas se tornan más plenas. Es una experiencia de enseñanza, una práctica vivencial y genuinamente espiritual.
Los veterinarios no lo recomiendan
Marcelo Zysman, médico veterinario y docente en la Facultad de Ciencias Veterinarias de la UBA, dice que desde su perspectiva no le ve “utilidad” a la práctica de doga y que no lo indicaría a sus pacientes. Y advierte que promover actividades propias del ser humano en el perro puede ser perjudicial: “Puede sufrir deficiencias al momento de socializar con otros de su especie. Por ejemplo, cuando está con otros perros, quiere escapar, pide upa”.
Fuente:
Johanna Chiefo
https://www.clarin.com/sociedad/doga-ruff-yoga-perros_0_BkYTWI5lW.html
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